domingo, 11 de marzo de 2012

En Sierra Nevada

Este fin de semana, en principio, no teníamos previsto nada extraordinario, si acaso, visitar a mi abuela Pepi que está malita. Por eso el sábado fuimos a comer a su casa. Mi padre salió con el abuelo y volvieron con comida de India, que por lo visto es un lugar donde hacen la comida bastante picante y por eso ni mi hermano y ni yo tomados comida india, pero también porque antes de que volvieran mi padre y mi abuelo Miguel con la comida, nosotros ya habíamos almorzado. Y es que no pudimos esperar tanto tiempo sin comer.

Luego por la tarde mis padres nos dijeron que si no pasaba nada y nos portábamos bien mientras mi padre estaba en el fútbol viendo al Málaga, quizás, nos llevarían a ver la nieve a Sierra Nevada. Así que nos portamos muy, muy bien para conseguirlo, y aunque al final mamá dijo que nos habíamos portado regular, fuimos.

Sierra Nevada está a un buen rato de carretera desde casa. Estaba tan lejos que tuvimos que parar para hacer pipí y tomarnos un donut. Conforme nos íbamos acercando se veía más y más grande cada vez. También había muchas curvas y mi hermano Miguel que no lo ha llevado muy bien ha vomitado. Tuvimos que parar en un lado para que echara la papa, o el donut para ser más exactos. Pero fue echarlo y mano de santo, en seguida se le pasó el mal rato.

Al llegar arriba nos montamos en un teleférico que nos llevó hasta lo más alto de la montaña y allí había nieve por todos lados. Nieve y más nieve. Lo primero que hicimos mi hermano y yo al llegar fue tirarnos en la nieve, y lo segundo tirarles a nuestros padres bolas de nieve. ¡Jo, qué divertido! Ir a la nieve era mi sueño más grande en estos momentos, y ya lo he hecho realidad. ¡Viva, viva! ¡Viva la nieve! ¡Viva Sierra Nevada! Es superemocionante deslizarse por la nieve y coger un poco de carrerilla y después tirarse. ¡Es estupendo! ¡Me encanta!

Andamos por la nieve, corrimos por la nieve, tiramos bolas, nos revolcamos, hicimos montones de nieve y todas esas cosas cansan y además dan hambre, así que fuimos a un restaurante que hay allí mismo en la nieve y, en una terraza soleada, nos sentamos a comer unos bocadillos con patatas fritas y zumos. Seguimos un rato más por la nieve, tirando muchas bolas y volvimos a tomar el teleférico hacia la parte de abajo, donde mis padres se tomaron un café y Miguel y yo unos helados. Después al coche. Miguel en el camino de vuelta ni se enteró, en la segunda curva ya estaba dormido y mamá casi que también. Tan sólo papa y yo no nos dormimos. Íbamos disfrutando de la música. Él conduciendo y yo mirando por la ventana. ¡Ha sido un día maravilloso!

2 comentarios:

Tita Cristina dijo...

Me alegro de que lo hayáis pasado tan bien, es que la nieve es muy bonita, aunque para qué vamos a engañarnos yo prefiero la playa...

Mamá dijo...

Como diría el anuncio de la tele: "Ver la carita de mi niña al ver la nieve por primera vez y ver a mi niño con una bola de nieve más grande que su cabeza no tiene precio..."